Tarde lluviosa en el tren


Imagen extraída de la página web minube.com (Anerol)
Mientras miraba el mar por la ventana del tren me he encontrado con mi reflejo algo empañado. El color grisáceo del cielo hacía juego con mis ojos, y el mar rompía sus olas tan fuertemente contra la arena que aún me compadezco de ella. La verdad, no era un paisaje muy animado, pero tenía algo que me atrapaba. Normalmente me hubiera girado de espaldas al mar y hubiera cerrado los ojos dejándome llevar por la música de mi reproductor, pero esa escena me absorbía, como si entre el mal tiempo tuviera que encontrar un punto de brillo especial que lo hiciera único y agradable, después de todo.

Caían cuatro gotas, aunque las nubes no parecían estar enfadadas. Podría decirse que se mantenían ahí, aburridas pero sin molestar a nadie, porque el viento no tenía fuerzas para echarlas. Al parecer el día tenía una tarde tonta, y la tarde me tenía tonta a mí, totalmente fuera de lugar.

Parece que las cosas no cambian, pero yo sí lo hago. El gris del cielo, las nubes sin ilusión, totalmente muertas; el viento que, más que acariciar al mar, parecía que se lo mirara de lejos; y el sol… que al parecer hoy le ha dado vergüenza hacer acto de presencia; todo esto me ha recordado que la melancolía inspira, y que sentirse vacío también es vivir; aunque no cumpla del todo nuestras expectativas.

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